
IIDDHCJ


IIDDHCI
El instituto de Iberoamérica para la Defensa de los Derechos Humanos y Ciencias Jurídicas.
La ceremonia de Doctorado Honoris Causa fue celebrada el día jueves 23 de Octubre del 2025 a las 17:00 h, en el hotel Holiday INN México Buenavista

Nuestro equipo
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Claudia Regalado Vidal
Doctora Honoris Causa
Cada historia que transforma el mundo comienza con una convicción profunda: la certeza de que cada acción, por pequeña que parezca, puede cambiar vidas. Esa es la esencia que ha guiado a Claudia Regalado Vidal desde sus primeros pasos: una visión clara de justicia social, una pasión inquebrantable por servir a las personas y una fe firme en la dignidad humana como el cimiento de una sociedad más justa e igualitaria. Su vida no ha sido un camino lineal, sino una trayectoria construida con esfuerzo, entrega y un compromiso inagotable con quienes más lo necesitan, dejando huellas silenciosas pero poderosas en cada espacio que ha habitado. Desde muy joven,Claudia Regalado Vidal comprendió el valor del trabajo honesto y de la responsabilidad compartida. Su formación en el Colegio de Bachilleres marcó el inicio de un recorrido que, más allá de los títulos, ha estado definido por su capacidad de aprender en cada experiencia y convertirla en servicio para los demás. Su primera incursión en el ámbito laboral fue en la empresa Novag Infancia Laboratorios Farmacéuticos, donde asumió con dedicación el cargo de operadora de maquinaria. No se trataba solo de ingresar medicamentos a contenedores o almacenar y empaquetar fármacos, sino de garantizar que cada proceso se cumpliera con cuidado y rigor, conscientes de que detrás de cada caja había una vida que podía mejorar. Su liderazgo se manifestó pronto al coordinar a cinco personas, asegurando la trazabilidad y el control de producción de un sector tan delicado como el farmacéutico. Más adelante, en Laboratorios Lili, fortaleció su perfil como ayudante general, apoyando en el área de almacén, empaquetado y etiquetado, e ingresando al sistema los productos procesados cada día. Era un trabajo meticuloso que exigía concentración, responsabilidad y un profundo sentido ético. Entre 1999 y 2002, se integró a la empresa Promotécnicas y Ventas, donde su habilidad para conectar con las personas se convirtió en una herramienta poderosa. Como vendedora, no solo ofrecía productos: transmitía confianza, explicaba beneficios y aseguraba que la mercancía estuviera en óptimas condiciones, mostrando así su capacidad de adaptación, comunicación y servicio. En abril de 2010, su vocación por contribuir al bienestar colectivo la llevó a formar parte de la Fundación Brigada Tepito, un espacio donde su labor adquirió una dimensión profundamente humana. Desde entonces, ha apoyado a personas adultas mayores, acompañándolas en procesos de atención médica, agendando citas y dando seguimiento a sus expedientes, con la calidez y empatía que caracterizan a quienes comprenden que la solidaridad no es un acto aislado, sino un modo de vida. Su paso por esta fundación consolidó su compromiso con la defensa de los derechos humanos, especialmente de quienes han sido históricamente invisibilizados. En febrero de 2022, asumió un nuevo reto como facilitadora de seguro de desempleo en la empresa Stife, donde su experiencia, responsabilidad y habilidades organizativas se convirtieron en un puente para que más personas accedieran a sus derechos laborales en momentos de vulnerabilidad. Cada etapa de su vida ha fortalecido cualidades que hoy la definen: su capacidad para trabajar en equipo, su temple para mantener la calma bajo presión, su honestidad intachable y su habilidad para generar confianza en su entorno. A lo largo de su trayectoria,Claudia Regalado Vidal ha demostrado que el liderazgo no siempre se ejerce desde un podio, sino desde la cercanía, la escucha y la acción concreta. Su historia es la de alguien que ha tejido comunidad desde el esfuerzo cotidiano, que ha defendido con hechos la igualdad y la dignidad de las personas, y que ha sido un ejemplo de constancia y entrega silenciosa pero transformadora. Su legado no solo se encuentra en los lugares donde ha trabajado, sino en las vidas que ha acompañado y en las causas que ha abrazado con convicción. Hoy, su visión continúa inspirando: un futuro donde la justicia no sea un privilegio, sino un derecho garantizado; donde la solidaridad y el respeto a la diversidad sean el lenguaje común; y donde cada persona pueda encontrar en historias como la suya la certeza de que sí es posible construir un mundo más humano, justo e igualitario. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Claudia Regalado Vidal , es acreedora a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Marco Antonio Islas Delgadillo
Doctor Honoris Causa
Hay personas cuya existencia se convierte en un puente entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser. Marco Antonio Islas Delgadillo es una de esas personas cuya trayectoria nos recuerda que cada decisión, cada gesto de solidaridad y cada compromiso con la justicia tienen el poder de transformar realidades. Su vida es un testimonio vivo de que servir a los demás no es solo una vocación, sino una forma de entender el mundo: con empatía, con responsabilidad y con la firme convicción de que los derechos humanos no son privilegios, sino la esencia misma de nuestra dignidad compartida. Desde sus primeros años, Marco Antonio comprendió que el verdadero liderazgo no radica en la imposición, sino en la capacidad de inspirar, de escuchar y de construir junto a otros. Esta visión lo acompañó cuando decidió formarse en Mercadotecnia en el Centro de Estudios Superiores Francés-Mexicano, donde no solo adquirió conocimientos técnicos, sino que cultivó una sensibilidad especial para comprender las necesidades humanas, para comunicar con claridad y para generar espacios de encuentro donde las ideas pudieran florecer. Esa formación, que concluyó en 2012, fue el cimiento sobre el cual construiría una carrera marcada no por el éxito individual, sino por el impacto colectivo. Durante más de quince años, Marco Antonio ha dedicado su energía y talento a la gestión de equipos, entendiendo que dirigir no es controlar, sino acompañar el crecimiento de cada persona bajo su responsabilidad. Su paso por empresas como REDER S de RL de CV, donde supervisó agentes de ventas y repartidores, manejó responsabilidades financieras significativas y atendió personalmente las inquietudes de clientes, fue mucho más que una experiencia laboral: fue una escuela de humanidad. Allí aprendió que detrás de cada número, de cada meta y de cada transacción hay personas con sueños, dificultades y esperanzas. Esa comprensión profunda lo llevó a desarrollar un estilo de liderazgo basado en la empatía, la escucha activa y la resolución creativa de problemas, cualidades que marcarían su legado profesional y su compromiso social. Pero fue su participación en procesos electorales donde Marco Antonio encontró una de sus mayores expresiones de servicio a la comunidad. Como Capacitador Asistente Electoral en el Instituto Nacional Electoral y colaborador en el proceso electoral de 2018, asumió la responsabilidad de fortalecer los cimientos de la democracia, ese espacio sagrado donde los derechos civiles y políticos de cada ciudadano cobran vida. Su labor no se limitó a cumplir con protocolos administrativos; fue un acto de fe en la importancia de cada voto, de cada voz y de cada persona que participa en la construcción de su futuro colectivo. En cada capacitación, en cada jornada electoral, Marco Antonio llevó consigo la certeza de que defender la transparencia, la libertad y la igualdad en los procesos democráticos es defender la dignidad de toda una nación. Su trabajo en la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo entre 2022 y 2023 consolidó su compromiso con el bienestar de las comunidades más vulnerables. Entendió que el acceso al empleo digno no es solo un derecho laboral, sino una puerta hacia la autonomía, la seguridad y la realización personal. Cada gestión administrativa que realizó, cada persona que orientó y cada proyecto en el que colaboró fueron oportunidades para recordar que el desarrollo económico solo tiene sentido cuando se traduce en justicia social, en oportunidades reales y en la posibilidad de que cada ser humano pueda vivir con dignidad y esperanza. A lo largo de su trayectoria, Marco Antonio ha demostrado que el verdadero liderazgo ético no necesita reconocimientos para validarse, aunque estos lleguen como consecuencia natural de una vida vivida con integridad. Su capacidad para resolver problemas complejos, su habilidad para formar equipos cohesionados y su compromiso inquebrantable con la transparencia y la responsabilidad han dejado huellas profundas en cada espacio donde ha trabajado. Pero más allá de los logros profesionales, lo que define su legado es la forma en que ha tocado vidas: con respeto, con solidaridad y con la convicción de que cada persona merece ser tratada con la misma dignidad que exigimos para nosotros mismos. Marco Antonio Islas Delgadillo nos enseña que la grandeza no se mide en títulos ni en posiciones, sino en la capacidad de generar cambios positivos en el entorno que habitamos. Su historia es un llamado a la acción, una invitación a reconocer que cada uno de nosotros tiene el poder de contribuir a un mundo más justo, más inclusivo y más humano. Su visión continúa inspirando a quienes creen que la defensa de los derechos humanos no es una causa abstracta, sino una práctica cotidiana que se manifiesta en la forma en que nos relacionamos con los demás, en la manera en que ejercemos nuestras responsabilidades y en el compromiso constante con valores universales como la libertad, la igualdad, la diversidad y el respeto mutuo. Su legado es la certeza de que, cuando vivimos con propósito y con el corazón abierto a las necesidades de otros, cada acción, por pequeña que parezca, puede iluminar el camino hacia un futuro donde la dignidad humana sea, finalmente, el centro de todas nuestras construcciones colectivas. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Marco Antonio Islas Delgadillo , es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa

Luis Gustavo Ruíz Rodríguez
Doctor Honoris Causa
Existen personas cuya vida se convierte en un testimonio vivo de que la justicia no es solo una palabra inscrita en códigos legales, sino una búsqueda constante, una vocación que se cultiva día a día en el corazón de quien cree firmemente que cada ser humano merece dignidad, respeto y oportunidades. Luis Gustavo Ruíz Rodríguez es una de esas personas. Nacido en la Ciudad de México el 10 de abril de 1969, su historia es la crónica de un hombre que decidió que su conocimiento del derecho no sería solo una profesión, sino una herramienta de transformación social, un puente entre la letra de la ley y el rostro humano de quienes más necesitan ser escuchados. Desde sus primeros pasos en la Licenciatura en Derecho, Luis Gustavo comprendió que el verdadero significado de la justicia radicaba en hacerla accesible para todas las personas. Esta convicción lo llevó a profundizar su formación con una Maestría en Administración de Justicia Penal y otra en Ciencias Penales, buscando siempre el rigor intelectual que le permitiera defender con mayor eficacia a quienes enfrentaban los laberintos del sistema judicial. Actualmente continúa como doctorante en Derecho, consciente de que el aprendizaje es un proceso sin fin cuando se tiene la vocación de servir mejor, complementando su preparación con múltiples cursos especializados en materia penal y amparo. Como abogado postulante en materia penal, Luis Gustavo ha enfrentado casos complejos donde no solo estaba en juego la libertad de sus defendidos, sino su dignidad como seres humanos. Lo que verdaderamente distingue su práctica profesional es su inquebrantable compromiso con las causas pro bono: más de 150 asuntos penales atendidos sin costo alguno para personas de escasos recursos económicos, y más de 200 amparos interpuestos en defensa de personas detenidas ilegalmente, sin esperar retribución material. Estas cifras representan en realidad más de 350 historias de esperanza restaurada, familias reunidas y personas que recuperaron su fe en la justicia gracias a alguien que creyó en ellas cuando el sistema parecía haberlas olvidado. Pero su visión trasciende los tribunales. Como Director General de Global Group Jurídico y de Global Group Educación y Capacitación, Luis Gustavo ha construido espacios donde la práctica del derecho se fundamenta en principios éticos sólidos y en el servicio genuino a la comunidad. Su labor como formador ha sido especialmente significativa: ha becado y capacitado a estudiantes de la Licenciatura en Derecho, ofreciéndoles no solo recursos económicos sino también mentoría, ejemplo y la certeza de que es posible ejercer el derecho con integridad y compasión. Como conferencista en materia de derechos humanos, ha compartido su visión en diversos foros, inspirando a colegas, estudiantes y miembros de la sociedad civil a reconocer que los derechos fundamentales son realidades concretas que deben defenderse cotidianamente. Su compromiso se extiende también al ámbito familiar y comunitario, donde ha sido un incansable promotor de salidas alternas para evitar confrontaciones judiciales, ayudando a familias a encontrar caminos de reconciliación que preserven los vínculos afectivos y el bienestar emocional de todos los involucrados. Como promotor de valores universales en pro de los derechos humanos, Luis Gustavo entiende que la libertad, la igualdad, la solidaridad y el respeto a la diversidad no son ideales lejanos, sino compromisos diarios que se construyen en cada interacción. Su vida es testimonio de que la empatía y el liderazgo ético pueden coexistir con la firmeza jurídica, y que es posible ser riguroso en el derecho sin perder nunca la calidez humana. Hoy, su historia nos recuerda que cada acción comprometida con los derechos humanos genera ondas expansivas que transforman realidades. Luis Gustavo continúa siendo faro y ejemplo de que es posible construir un futuro más justo e igualitario, donde el derecho esté verdaderamente al servicio de las personas, donde la justicia no sea un privilegio sino un derecho universal, y donde cada ser humano pueda vivir con la dignidad que merece. Su visión sigue inspirando cambios, formando conciencias y recordándonos que, cuando el conocimiento se une a la compasión y el compromiso a la acción, podemos ser agentes de transformación en un mundo que tanto lo necesita. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Luis Gustavo Ruíz Rodríguez, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Fernando Israel Rodríguez Molina
Doctor Honoris Causa
Es una de esas personas que desde temprana edad comprendió que la verdadera grandeza reside en servir a los demás. Su historia es la de alguien que eligió caminar junto a quienes más lo necesitan, convencido de que cada derecho defendido representa un paso hacia la sociedad que todos merecemos. Su vocación de servicio nació en Palacio Nacional, donde entre 1999 y 2001 aprendió que la atención ciudadana es un acto de empatía profunda. Durante su servicio social en Sedesol, entendió que las políticas públicas cobran sentido cuando se traducen en bienestar real para las familias y comunidades. Paralelamente, fundó y ha dirigido durante más de dos décadas una microempresa de transporte de carga y logística terrestre, experiencia que le enseñó el valor del liderazgo ético, la responsabilidad colectiva y el trabajo en equipo. Esta empresa ha sido su escuela de vida, donde perfeccionó su capacidad para gestionar personas y construir desde la organización y la disciplina. En 2018 se sumó como operador y asesor político en la coordinación territorial de campañas democráticas, trabajando en la alcaldía Cuauhtémoc y como delegado nacional en Redes Sociales Progresistas. Ese mismo año encontró su cauce más profundo: la defensa de los derechos humanos. De la mano del embajador Manuel Puente Espino, se integró a la Comisión de Derechos Humanos Internacionales, donde organizó torneos deportivos y funciones culturales para niños y jóvenes en situación vulnerable, convencido de que la dignidad se construye también a través del arte y el deporte. Pasante de la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la UNAM, actualmente prepara su tesina para la titulación. Se ha especializado en derechos humanos internacionales, gestión social, análisis geopolítico y empoderamiento de género. Su formación en la Escuela de Cuadros del Instituto Manuel Reyes Heroles, bajo la dirección del legendario Augusto Gómez Villanueva, perfeccionó su comprensión de la estrategia política y el análisis social. Ha profundizado en violencia política de género y cursa actualmente un diplomado en empoderamiento de las mujeres e igualdad de género. Desde septiembre de 2023 es comisionado de promoción de la salud y del deporte en la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos para el Desarrollo de las Américas, creando redes de cooperación en todo el continente americano. Su proyecto más entrañable es la Fundación Padre, que encabeza desde 2024, enfocada en apoyar a minorías y grupos vulnerables. La fundación opera un banco de alimentos a bajo costo y gratuito, garantizando el derecho a una alimentación digna para adultos mayores, niños y familias en dificultades. Este proyecto materializa su filosofía: no basta con denunciar las injusticias, hay que construir alternativas concretas. Entre 2020 y 2022 centró su trabajo en niños y jóvenes, gestionando talleres ocupacionales, culturales y deportivos que abrieron horizontes y sembraron posibilidades, entendiendo que invertir en la juventud es construir el futuro. Su legado se mide en las vidas que ha tocado y las comunidades que ha fortalecido. Ha demostrado que la política puede transformar cuando se ejerce con ética, que los derechos humanos dejan de ser retórica cuando se traducen en acciones concretas. Su historia nos recuerda que cada uno tiene la capacidad de hacer la diferencia y que los grandes cambios comienzan con la decisión de servir. Su vida es un llamado a creer que es posible construir una sociedad donde la dignidad humana sea una realidad para todos, y su ejemplo nos muestra que el camino hacia la justicia vale cada paso cuando se recorre con convicción, empatía y la firme determinación de no dejar a nadie atrás. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Fernando Israel Rodíguez Molina, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Cristina Cruz Mendoza
Doctora Honoris Causa
Hay vidas que se escriben con la tinta de la convicción, con el pulso firme de quien cree que cada acción tiene el poder de transformar realidades. Cristina Cruz Mendoza es testimonio vivo de ello: una mujer que ha dedicado su existencia a servir, a proteger y a defender con valentía los derechos fundamentales de quienes más lo necesitan. Su historia es la de un corazón comprometido con la justicia, la empatía y la construcción de un mundo donde la dignidad humana sea el pilar de cada decisión. Nacida el 26 de julio de 1972 en San Pedro Mixtepec, Oaxaca, hija de Octavio Cruz y Gelacia Mendoza, Cristina creció en el seno de una familia humilde que le inculcó valores de esfuerzo y respeto. A los seis años comenzó su educación en la escuela primaria "Aquiles Serdán", y con apenas doce años se trasladó a la ciudad de Oaxaca para continuar sus estudios en la secundaria técnica 116. Entre idas y venidas a su comunidad natal, concluyó su educación básica a los quince años, demostrando desde joven la resiliencia que se convertiría en su sello distintivo. A los dieciséis años nació su primogénito, Ricky Raymond, quien hoy es un profesionista destacado y el orgullo más grande de su vida. Ser madre tan joven pudo haberla detenido, pero Cristina transformó esa responsabilidad en motor de superación. Trabajó incansablemente en diversas ciudades —Ciudad de México, Morelos, Guadalajara, San Luis Potosí, Nayarit—, aprendiendo de cada experiencia y fortaleciendo su carácter. Cada lugar fue una escuela de vida, cada desafío un recordatorio de que la fortaleza no se hereda, se construye. A los veinte años, en 1994, Cristina ingresó a la Policía Metropolitana de Oaxaca de Juárez, hoy Policía Municipal, en una época donde las mujeres eran minoría en ese ámbito. Bajo el mando del Teniente Manuel Guzmán García vivió su mejor época profesional: participó en numerosos cursos y conferencias, aprendió a manejar armas de fuego con responsabilidad y asumió con seriedad la misión de proteger vidas. Su dedicación le valió ascensos por méritos propios a Policía Segundo y luego a Sub-Oficial, reconocimientos que reflejaban su compromiso ético y su liderazgo humano. Con el apoyo del Teniente Guzmán, logró ingresar al COBAO donde obtuvo su certificado de bachillerato, y posteriormente a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca para estudiar Derecho y Criminalística. Aunque la falta de recursos económicos le impidió concluir formalmente esos estudios, Cristina nunca abandonó el aprendizaje; cada experiencia en su labor policial se convirtió en una lección sobre la complejidad humana y la necesidad de equilibrar la firmeza con la compasión. A lo largo de sus años de servicio, acumuló numerosos reconocimientos por detenciones de alto impacto y operativos relevantes. Pero más allá de las medallas, lo que verdaderamente la transformó fue su capacidad para comprender las dos caras de cada historia: la del infractor y la de la víctima, la de quien cae y la de quien busca una segunda oportunidad. Esa comprensión profunda la convirtió en una defensora de la dignidad humana, en alguien capaz de ver más allá del uniforme y reconocer que detrás de cada persona hay una historia y una posibilidad de redención. Su cercanía con el dolor ajeno encendió en ella un compromiso imborrable con la defensa de los derechos humanos, la promoción de la igualdad y la protección de quienes no tienen voz. Cristina aprendió que servir no es solo cumplir un protocolo, sino reconocer la humanidad en cada persona, respetar la diversidad y actuar con justicia incluso cuando las circunstancias sean adversas. Su vida se convirtió en un puente entre la autoridad y la comunidad, entre la ley y la comprensión. Hoy, Cristina Cruz Mendoza es ejemplo de constancia para quienes enfrentan obstáculos, de empatía para quienes necesitan ser escuchados, de liderazgo ético para quienes buscan servir sin perder su humanidad. Inspira a otras mujeres a romper barreras, a ocupar espacios históricamente negados, a demostrar que la fortaleza y la sensibilidad son complementos indispensables. Su legado está grabado en cada persona que se sintió protegida por su valentía, en cada comunidad que fue más segura por su presencia. Cristina nos recuerda que los héroes no siempre visten capas: a veces son madres que se levantan antes del amanecer, oficiales que toman decisiones difíciles con integridad, mujeres que transforman sus dificultades en escalones para alcanzar sueños más grandes. Su visión sigue inspirando cambios, su historia sigue motivando voluntades, y su convicción permanece intacta: cada acción cuenta, cada persona importa, y cada día es una nueva oportunidad para construir un futuro más justo e igualitario, donde los derechos humanos sean realidades compartidas por todos. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Cristina Cruz Mendoza, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.
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Fidel Coronel Solano
Doctor Honoris Causa
La vida de Fidel Coronel Solano es un testimonio profundo de cómo la convicción, el valor y la empatía pueden transformar no solo una trayectoria personal, sino también el destino de comunidades enteras. Desde muy joven, Fidel abrazó la idea de que cada paso, por pequeño que fuera, podía abrir caminos de justicia y dignidad para quienes más lo necesitaban. Su visión de la vida se ha sostenido en la firme creencia de que servir a los demás es el acto más noble que puede realizarse, y que el verdadero liderazgo nace del compromiso con los valores universales de libertad, igualdad y respeto a la diversidad. Nacido en un hogar humilde, hijo de padres campesinos que con esfuerzo lograron costear parte de sus estudios, Fidel aprendió desde niño que la perseverancia es una herramienta poderosa. En 1987, movido por el deseo de superarse y sin que su familia lo supiera, decidió ingresar al Ejército Mexicano como cadete del Heroico Colegio Militar. Su ingreso fue una prueba de fuego, literalmente, cuando enfrentó el reto de “Valor y Decisión”: saltar desde un trampolín de diez metros a una fosa de agua sin saber nadar. Ese salto, más allá de lo físico, representó el inicio de una vida guiada por la determinación y el coraje. Fue entonces cuando comprendió que muchas veces el desconocimiento no es una barrera, sino una oportunidad para descubrir de qué estamos hechos. A los 18 años realizó el curso de Paracaidismo Militar, y a los 20 se graduó como oficial del Ejército. A lo largo de 35 años de servicio ininterrumpido, Fidel se convirtió en un referente de profesionalismo y entrega. En cada unidad militar donde sirvió, dejó huella por su desempeño ejemplar, recibiendo múltiples condecoraciones de perseverancia, desde la quinta hasta la clase especial. Su paso por el Ejército le permitió conocer la riqueza cultural de México en toda su diversidad, lo que fortaleció su sensibilidad hacia las distintas realidades sociales del país. Pero su historia no se detiene en los méritos militares. En 2022, tras su retiro, se tituló como Licenciado en Cultura de la Prevención y Seguridad Civil, y cursó un diplomado en Administración Pública Municipal. Con estos conocimientos, y guiado por su vocación de servicio, regresó a su comunidad para impulsar proyectos que fortalecen el tejido social. Fundó el grupo “Vecinos Voluntarios para Ayudar”, integrado por cerca de 80 personas que participan en talleres de manualidades, cocina, primeros auxilios y protección civil. Este espacio no solo brinda herramientas prácticas, sino que también cultiva la esperanza y el sentido de pertenencia. Fidel, quien aprendió a nadar después de aquella experiencia en el Colegio Militar, ahora imparte clases de salvamento acuático, convirtiendo una lección de vida en una oportunidad para salvar otras. Su historia inspira a jóvenes, adultos y personas mayores, demostrando que nunca es tarde para aprender, para servir, para liderar con el corazón. Su legado no se mide en medallas, sino en las vidas que ha tocado, en las comunidades que ha fortalecido y en los valores que ha defendido con firmeza. Hoy, Fidel Coronel Solano continúa siendo un faro de esperanza. Su vida nos recuerda que el verdadero poder está en la voluntad de transformar realidades con empatía, constancia y ética. Su visión sigue inspirando cambios, sembrando justicia y dignidad en cada rincón donde su voz y su ejemplo llegan. Porque cuando se vive con propósito, cada acción se convierte en una semilla de futuro más justo, más humano, más igualitario. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Fidel Coronel Solano, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Flavio Morales Cruz
Doctor Honoris Causa
La vida de Flavio Morales Cruz es testimonio de que la pasión por servir, el amor por la cultura y la convicción profunda en la justicia pueden transformar realidades. Desde su infancia en San Pablo Guilá, Matatlán, Tlacolula, Oaxaca, Flavio aprendió que la dignidad humana se defiende con acciones concretas, que el arte puede sanar heridas sociales y que cada esfuerzo, por pequeño que parezca, puede sembrar esperanza en los corazones de quienes más lo necesitan. Su visión de la vida está marcada por la empatía, la constancia y el firme compromiso de abrir caminos para que otras personas encuentren en la cultura un refugio, una voz y una herramienta de cambio. Formado en la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, donde cursó la Instructoría en Artes Plásticas y la Licenciatura en Gestión Cultural y Desarrollo Sustentable, Flavio convirtió su vocación en una misión de vida. Desde sus primeros pasos como Secretario de Organización y Secretario General del STEUABJO, supo que la defensa de la educación superior no era solo una causa sindical, sino una lucha por el derecho al conocimiento, por el acceso equitativo a la formación y por el fortalecimiento de las instituciones que dan sentido a la vida comunitaria. Su liderazgo ético y su capacidad de diálogo lo posicionaron como un referente de transformación institucional. Con el corazón puesto en el arte y la cultura, Flavio asumió la Coordinación de la Galería de la Escuela de Bellas Artes, y más tarde, la Dirección de Arte y Cultura de la UABJO, desde donde ha tejido una red de proyectos que han dado vida a la universidad y a las comunidades que la rodean. Su impulso a talleres de iniciación artística en colonias marginadas, su labor docente en la Escuela de Artes Visuales y la Preparatoria No. 6, y su incansable promoción de exposiciones y conciertos, han sido faros que iluminan el camino de nuevas generaciones de artistas, gestores y soñadores. Uno de sus legados más entrañables es la Banda Filarmónica Universitaria, que él fundó y promovió con la convicción de que la música es un lenguaje universal que une, dignifica y transforma. Bajo su dirección, esta banda ha recorrido escenarios en Oaxaca, Hidalgo y el Estado de México, llevando consigo la riqueza del repertorio clásico, regional y popular, y sembrando vínculos de afecto y reconocimiento entre la universidad y las comunidades. Cada nota interpretada por esta agrupación es también una nota de resistencia, de identidad y de celebración de la diversidad. Flavio ha sido también un puente entre instituciones, articulando proyectos culturales interinstitucionales que han ampliado la difusión de las artes y fortalecido el patrimonio cultural oaxaqueño. Su gestión ha dado vida a festivales emblemáticos como el del Día Mundial del Arte, el ritual del equinoccio de primavera, la muerteada universitaria y el festival navideño, que hoy son parte del alma colectiva de la UABJO. En cada uno de estos eventos, se respira el espíritu de inclusión, respeto y celebración que él ha cultivado con esmero. Reconocido por instituciones educativas, comunidades y asociaciones civiles, Flavio ha sido invitado como ponente y organizador en foros académicos y culturales de alcance nacional, donde su voz ha resonado como la de un defensor incansable de los derechos culturales, del acceso a la belleza y de la dignidad de los pueblos. Su producción académica, reflejada en catálogos de exposiciones y conferencias sobre patrimonio tangible e intangible, es también una forma de sembrar conciencia y memoria. Hoy, su nombre se inscribe con honor en la historia viva de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, como un hombre que ha hecho de la cultura un pilar de transformación social. Su legado no solo se mide en proyectos realizados, sino en las vidas que ha tocado, en los sueños que ha acompañado y en las comunidades que ha fortalecido. Flavio Morales Cruz nos recuerda que el arte es resistencia, que la gestión cultural es un acto de amor, y que cada paso dado con ética y convicción puede abrir horizontes más justos, más humanos y más esperanzadores. Su visión sigue inspirando, como una llama que no se apaga, en la construcción de un futuro donde los derechos humanos sean el fundamento de toda acción colectiva. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Flavio Morales Cruz, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Nicolás Álvarez García
Doctor Honoris Causa
La historia de Nicolas Álvarez García es la de una vida guiada por la convicción de que la justicia no es solo una norma escrita, sino una fuerza viva que transforma sociedades cuando se ejerce con empatía, integridad y compromiso. Desde sus primeros años, ha creído que cada persona merece ser escuchada, respetada y defendida, y que el derecho puede ser una herramienta poderosa para construir un mundo más equitativo. Su vocación no nació de la comodidad, sino del deseo profundo de servir, de proteger a quienes enfrentan la adversidad, y de ser un puente entre la ley y la dignidad humana. Formado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Chilpancingo, Guerrero, entre 1989 y 1994, Nicolas Álvarez García encontró en el estudio del derecho una forma de canalizar su sentido de justicia. Más tarde, al cursar la maestría en Derecho Procesal Penal con especialidad en juicios orales, consolidó una visión clara: el proceso penal debía ser no solo justo, sino humano, transparente y respetuoso de los derechos fundamentales. Cada audiencia que presidió, cada sentencia que redactó, fue una oportunidad para reafirmar que detrás de cada expediente hay una historia que merece ser tratada con sensibilidad y rigor. Su trayectoria profesional en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México ha sido un ejemplo de constancia y excelencia. Como secretario actuario, secretario de acuerdos, proyectista y juez interno del juzgado trigésimo cuarto de primera instancia en materia penal, ha desempeñado funciones clave en el sistema judicial. Ha notificado a abogados, ofendidos, testigos y expertos, razonando cada cédula con precisión y respeto. Ha acordado escritos, presidido audiencias, elaborado órdenes de presentación, comparecencia y aprehensión, y dictado autos de plazo constitucional y sentencias que han marcado precedentes. Pero más allá de los cargos, lo que distingue su labor es la humanidad con la que ha ejercido cada responsabilidad. A lo largo de los años, su trabajo ha sido faro para colegas, estudiantes y comunidades. Ha inspirado a nuevas generaciones de juristas a ejercer el derecho con ética y sensibilidad, y ha contribuido a fortalecer una cultura de legalidad que pone en el centro a las personas. Su compromiso con los derechos humanos no se limita al ámbito judicial: lo vive en cada decisión, en cada palabra, en cada gesto que busca dignificar a quienes han sido vulnerados. Cree firmemente en la libertad, la igualdad, la solidaridad y el respeto a la diversidad, y ha dedicado su vida a defender estos valores con firmeza y compasión. Hoy, su legado se extiende más allá de los tribunales. Es una voz que sigue resonando en quienes luchan por un país más justo, en quienes creen que el derecho puede ser una herramienta de transformación social, y en quienes han encontrado en su ejemplo la fuerza para seguir adelante. Su historia nos recuerda que el liderazgo ético, la empatía y la perseverancia pueden cambiar destinos. Y su visión, viva y luminosa, continúa inspirando caminos hacia un futuro donde los derechos humanos sean el fundamento de nuestra convivencia. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Nicolas Álvarez García, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

Héctor Sosa Rodríguez
Doctor Honoris Causa
La vida de Héctor Sosa Rodríguez es un testimonio profundo de que el compromiso auténtico, la perseverancia y la convicción ética pueden transformar realidades. Desde muy joven, abrazó la idea de que servir a los demás no es solo una vocación, sino una forma de honrar la dignidad humana. Su mirada siempre ha estado puesta en construir un país más justo, donde la libertad, la igualdad y la solidaridad no sean ideales lejanos, sino derechos tangibles para todas las personas. Con una pasión incansable por la justicia social y una sensibilidad que lo conecta con las causas más nobles, ha recorrido un camino que inspira, fortalece y deja huella. Formado en el Centro de Estudios L’ETE como Licenciado en Derecho, [nombre del candidato] comprendió que el conocimiento jurídico no solo debía aplicarse en tribunales, sino también en las calles, en las comunidades, en los espacios donde la ley se convierte en esperanza. Su trayectoria profesional se entrelaza con décadas de lucha sindical, liderazgo político y trabajo comunitario. Durante más de 45 años como comisionado en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, y 18 años como dirigente de la Sección 34, ha defendido con firmeza los derechos laborales, promoviendo condiciones más humanas y equitativas para miles de trabajadores. Su liderazgo en el Movimiento Depurador “27 de Agosto” durante 12 años refleja su convicción de que la transparencia y la ética deben ser pilares de toda organización. Su experiencia en Petróleos Mexicanos, donde ha acumulado más de cinco décadas de servicio, es reflejo de una vida dedicada al trabajo honesto, al esfuerzo colectivo y a la mejora continua. Desde sus primeros años como obrero general hasta sus funciones como Secretario General y representante sindical en el Consejo de Administración, ha demostrado que el compromiso con la justicia laboral puede convivir con la excelencia operativa y el respeto mutuo. En el ámbito político, su participación ha sido constante, profunda y transformadora. Desde su colaboración en campañas presidenciales históricas, como la de Luis Donaldo Colosio en 1994, hasta su papel como Presidente Municipal por Ministerio de Ley en Naucalpan, ha tejido vínculos con líderes de distintas generaciones, siempre con el objetivo de construir puentes, abrir caminos y defender los valores democráticos. Su rol como Coordinador Nacional de Relaciones Interinstitucionales en DEMMEX y como Secretario de la Asociación Civil Proyecto Social Naucalpan lo ha llevado a dialogar con figuras clave de la política nacional, fortaleciendo alianzas en favor de los derechos humanos y la inclusión. Cada etapa de su vida ha estado marcada por una profunda reflexión sobre el poder de la acción colectiva. Su participación en comisiones edilicias, su impulso a programas de empleo y capacitación, y su cercanía con las comunidades han sido motores de cambio que han inspirado a nuevas generaciones. Su legado no se mide solo en cargos o reconocimientos, sino en las vidas que ha tocado, en los jóvenes que ha guiado, en los trabajadores que han encontrado en él una voz firme y solidaria. Hoy, Héctor Sosa Rodríguez continúa siendo un faro de esperanza. Su historia nos recuerda que la constancia, la empatía y el liderazgo ético son herramientas poderosas para construir un futuro más justo. Su visión sigue viva en cada causa que defiende, en cada palabra que pronuncia, en cada paso que da hacia un México más igualitario, más humano y más libre. Porque cuando se vive con propósito, cada acción se convierte en legado. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Héctor Sosa Rodríguez, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.
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Carlos Hernández Mata
Doctor Honoris Causa
Ha dedicado su vida a demostrar que el servicio público, cuando se ejerce con honestidad, empatía y visión, puede ser una herramienta poderosa para transformar realidades y dignificar vidas. Desde sus primeros pasos en la política, Carlos ha creído firmemente que cada acción, por pequeña que parezca, puede sembrar justicia, fortalecer comunidades y abrir caminos hacia un futuro más equitativo. Su vocación no nació de la ambición, sino de una profunda convicción: que servir a los demás es el acto más noble y revolucionario que una persona puede emprender. Su historia está tejida con compromiso y constancia. En la Cámara de Diputados, donde inició su trayectoria, aprendió que la política debe estar al servicio de las personas, no de los intereses. A lo largo de los años, ha ocupado diversos cargos en el municipio de Texcoco, desde Secretario Particular hasta Director de Cultura, Director del Deporte y Gerente Municipal. En cada uno de estos espacios, Carlos ha dejado una huella de cercanía, sensibilidad y trabajo incansable. Ha promovido el arte como vehículo de identidad, el deporte como herramienta de inclusión, y la gestión pública como un puente entre las necesidades ciudadanas y las soluciones concretas. Su capacidad para organizar, comunicar y conectar lo ha llevado a coordinar giras y eventos de gran relevancia política, acompañando a líderes como Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas y Delfina Gómez Álvarez. En estos momentos clave, Carlos ha sido mucho más que un jefe de logística: ha sido un constructor de confianza, un cuidador de los detalles que hacen posible que las ideas lleguen con claridad y fuerza a quienes más las necesitan. Su voz, firme y cálida, ha guiado ceremonias que no solo informan, sino que inspiran. Más allá de la política, Carlos ha apostado por la comunicación como herramienta de transformación. Desde “La Adictiva Radio”, ha creado un espacio donde las voces de la comunidad se escuchan, se respetan y se celebran. Su trabajo en el Sistema Municipal DIF también refleja su compromiso con los sectores más vulnerables, con quienes ha trabajado desde la empatía y la acción concreta, siempre buscando que la dignidad sea el centro de toda política pública. Cada etapa de su vida ha estado marcada por una profunda reflexión sobre el papel que jugamos en la construcción de un mundo más justo. Carlos no solo ha trabajado por los derechos humanos: los ha vivido, los ha defendido y los ha promovido con cada decisión, con cada proyecto, con cada palabra. Su liderazgo ético ha inspirado a jóvenes, fortalecido redes de colaboración y sembrado esperanza en momentos de incertidumbre. Hoy, su legado continúa creciendo. Carlos Hernández Mata representa una forma de hacer política que pone a las personas en el centro, que cree en el poder de la comunidad y que nunca pierde de vista que la verdadera transformación comienza con el respeto, la solidaridad y la convicción de que otro mundo es posible. Su historia nos recuerda que el compromiso con la justicia no tiene descanso, y que cuando se trabaja con el corazón, los frutos son duraderos y profundamente humanos. Por su alta calidad moral y contribución en su entorno Carlos Hernández Mata, es acreedor a la más alta distinción que otorga este honorable instituto que es el Doctorado Honoris Causa.

